lunes, 22 de diciembre de 2008

Besugo (todas la voces)

A medida que pasa el tiempo pasa de un sexo a otro, de un fondo a otro más profundo. Menos luz para ver más claro. Reflejos que robó al mar en un momento de descuido.



De todos los futuros, prefiero el que no puedo imaginar. El viaje y no el destino. No tengo prisa por llegar. Tengo libros, maletas y tiempo.

En la ciudad hay tantas noches que recuerdan a otras, que en la memoria parecen fotografías. Aqui, en el campo, oscurece primero donde escasea la siembra, y la soledad no es silencio ni calma, cuando la noche acostumbra a extenderse desde dentro hacia fuera.

Hay lagunas en mis recuerdos que he llenado con imágenes que no fueron de mi vida y ahora me pertenecen.
No conocíamos los nombres de la mayoría de las cosas. Sabíamos como olía el hierro y adivinábamos las estaciones con los ojos cerrados. Los domingos nos obligaban a llevar limpias las rodillas; pero las cicatrices más recientes, en los sitios más evidentes, eran un motivo de orgullo. Aprendimos, antes que los nombres, que las cosas que son comunes, en el espacio y en el tiempo, son distintas en la memoria; y que la diferencia preocupa menos cuando no estás solo.

“Dejar descansar sobre una fina lámina de aceite una cama de cebolla y sobre esta una cama de patatas. En su momento dejar que el besugo, tumbado, pueda ver desde adentro, con sus ojos tus ojos atentos, y esperar, distraido, como quien hace números con sus recuerdos…”