lunes, 22 de diciembre de 2008

Besugo (todas la voces)

A medida que pasa el tiempo pasa de un sexo a otro, de un fondo a otro más profundo. Menos luz para ver más claro. Reflejos que robó al mar en un momento de descuido.



De todos los futuros, prefiero el que no puedo imaginar. El viaje y no el destino. No tengo prisa por llegar. Tengo libros, maletas y tiempo.

En la ciudad hay tantas noches que recuerdan a otras, que en la memoria parecen fotografías. Aqui, en el campo, oscurece primero donde escasea la siembra, y la soledad no es silencio ni calma, cuando la noche acostumbra a extenderse desde dentro hacia fuera.

Hay lagunas en mis recuerdos que he llenado con imágenes que no fueron de mi vida y ahora me pertenecen.
No conocíamos los nombres de la mayoría de las cosas. Sabíamos como olía el hierro y adivinábamos las estaciones con los ojos cerrados. Los domingos nos obligaban a llevar limpias las rodillas; pero las cicatrices más recientes, en los sitios más evidentes, eran un motivo de orgullo. Aprendimos, antes que los nombres, que las cosas que son comunes, en el espacio y en el tiempo, son distintas en la memoria; y que la diferencia preocupa menos cuando no estás solo.

“Dejar descansar sobre una fina lámina de aceite una cama de cebolla y sobre esta una cama de patatas. En su momento dejar que el besugo, tumbado, pueda ver desde adentro, con sus ojos tus ojos atentos, y esperar, distraido, como quien hace números con sus recuerdos…”

sábado, 20 de diciembre de 2008

Perejil (un receso)


Alguna vez, alguien dijo que podría ser lo que quisiera, y tenía razón:
Hoy fui un yonqui que lloraba arrodillado, conteniendo los suspiros, para no molestar.

sábado, 13 de diciembre de 2008

Sardina

En grandes grupos tiñen el techo del mar con brillos de plata. Ágiles y esquivas dibujan figuras intangibles como escenarios de un sueño. Siempre cerca de la luz, cerca de los días y las noches de verano.




Hoy me he levantado con la sensación de haber pasado la mayor parte de mi vida entre estaciones de autobuses y trenes. Rostros que despedían a manos que acariciaban figuras antes de convertirse en sombras. Brazos que en abrazos acogían sombras con zapatos y sonrisas.

“En pequeños grupos, para que no sientan añoranza, adornar con cristales de sal y dejar colear y brincar en un mar de aceite hasta que la fina lámina de harina que vestían les imprima sutiles tonos dorados.”

jueves, 4 de diciembre de 2008

Calamar

Veloz podría viajar entre los deseos del mar por convertirse en océano. Y veloz regresar con algo más que el corazón encogido; como quien busca la luz en una noche ocura. Ser quien eres y cambiar a cada momento.




¿Quién puede dormir al lado de una iglesia? ¿Oiré siempre las campanas como ahora las oigo? ¿Y nuestra vida en este pueblo?
No se puede estar siempre alerta, a veces cambiamos sin desearlo, y otras veces nos gustaría cambiar días por sueños.

“Hacer pequeños cortes longitudinales por el lado más sensible de la piel, como muescas de un cautivo en la imaginación de Víctor Hugo. Marcar y esperar a que la relación más apetecible ente el azucar y el vinagre de módena dibuje fondos de mar con reflejos de crianza...”

domingo, 30 de noviembre de 2008

Rubiel

La cabeza sigue sin interrupción la línea del lomo. Sus grandes ojos y la boca pequeña le dan un aire de viejo conspirador. Lomo rojizo y vientre plateado.
En esta estación hay días que es más otoño que otros; cuando más fuerza tienen los recuerdos de los años de colegio.
El aire cálido arrastra las hojas sobre las aceras y calles. Huele a libros viejos y castañas; y el cielo, a ciertas horas, es más azul que en verano.


“Cortar el ajo en finas láminas, no tan finas… aceite de oliva hasta casi dorar…. Retirar del fuego y añadir un chorrito de viñagre o zumo de limón. Terminar con una lluvia de perejil y verter todo sobre el Rubiel recién salido del horno, abierto en dos mitades, panza arriba, salado y con un ligero brillo dorado de olivas..”